El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

viernes, 31 de marzo de 2017

El tiempo es nuestra máxima catástrofe.....y Close to the truth de Tony Joe White




El tiempo es nuestra máxima catástrofe


Con todas las prevenciones y temores que la empresa demanda y tolera ha llegado el momento de salir en la búsqueda del hombre que no fui. Y si me esfuerzo, acaso a través de una percepción rápida, completa en sentido común y falsos conformismos, dudo seriamente en desear encontrarlo. A mi edad, aborrecería sus reproches, que sus éxitos le reclamen a mis fracasos banales hidalguías, esas que solo pueden exhibirse post mortem y en boca de correveidiles que ingresaron a la verbena poco después de haber prestado atención a la existencia de un cierto haz de luz espiritual, un número indefinido de tazas colmadas con humeante café y aletargados sones de armonías sacras. Estimo que ser el muleto de lo que pudo haber sido y no fue resulta una pesada carga en horas en donde la contabilidad nos habla de absurdos balances y ficticias posteridades. No sería capaz de sostener sin rebeldía la irónica y cínica perplejidad de su mirada al detenerse en mi estado de proscripción, inseguridades que yo mismo comencé a diseñar en el mismo momento que cuando joven opté por darle licencia a sus servicios. Detesto la superioridad moral del que nunca rompió una fuente de loza porque nunca la lavó, del que no tuvo la valentía de perderse debido a que siempre se quedó esperando, del que jamás lloró porque evitó transitar por el sendero del sentimiento. El tiempo individual es nuestra máxima catástrofe; como nos conoce y es nuestra sombra y memoria nos delata, y es el que no nos permite, cual cancerbero, liberarnos, para intentar con modestia usurparle algunos minutos de descuento a la inexorable finitud. Allí, cual excelso anfitrión, echado holgazanamente en el sillón más cómodo del abismo, a la vera del hogar y su crepitar me aguardaba paciente, escuchando, tal vez para edulcorar mi sosiego, los acordes de Close to the truth de Tony Joe White, cruzado de piernas, fumando un Montecristo número tres, el tabaco preferido del Che, con dos copas del mejor Merlot patagónico, todas elegancias y símbolos a compartir. Imposible negarme. Al ser su muleto, su mejor fracaso, conoce de mis debilidades y siniestros gustos terrenales. A la izquierda del hombre que no fui, sobre una mesa de hierro fundido lindera al sillón, descansan mis seis novelas, cada una de ellas prolijamente anilladas cual manuscritos de certamen, de igual modo mis tres antologías de cuentos y los dos compendios de poesía. No alcancé a entender el tenor de su desafío hasta que comenzó, a espacios temporales constantes, expulsando cada pieza hacia el centro del bracero para que las llamas hagan de los textos su extinción, excepción hecha de la miscelánea de cuentos titulada “El sendero de los extremos sucios”, borrador que inquisidoramente y para mi confusión atesoró, ignorando las razones que alimentó para tal afán. De inmediato comprendí que el hombre que no fui no venía solamente por mi tiempo y mi memoria, sino también por aquello que pudiera quedar de mí: una fuente de loza astillada pero limpia, un valeroso y épico extravío, y el cause de una lágrima que aún se niega a dejar de amar. Y al hombre que no fui le tuve compasión, y lo miré a los ojos, y cuando ya sonaban los últimos acordes del blues, y cuando el habano cubano exhalaba sus últimos círculos de humo, y cuando las copas quedaron vacías del tinto elixir, me puse de píe para iniciar el camino, tranquilo y satisfecho,  en dirección a la pira, no sin antes agradecerle al hombre que no fui por los servicios prestados cuando de muchacho y ante la propuesta tuve que escoger. 

viernes, 24 de marzo de 2017

Maestros del Blues. Carlos Johnson; nos lo acerca Javier “Paco” Miró..., y como bonus un homenaje artístico a los recientemente fallecidos, James Cotton y Check Berry, blues mediante y alguna rima marginal...




Por Javier "Paco" Miró







Nacido el 17 de enero de 1953 en Chicago, Illinois, Estados Unidos, Carlos Johnson es un reconocidísimo guitarrista y cantante de Blues. Siendo zurdo toca la guitarra con las cuerdas dispuestas para un diestro al revés de como los hacían Otis Rush y Albert King. Johnson es admirado por su juego agresivo que ha atraído a múltiples audiencias en escena, sobre todo, durante la década del setenta dentro del Blues de Chicago. Ha tocado en grabaciones de músicos notables como Billy Branch & The Sons of Blues. En 1989 hizo su primera gira por Japón con Valerie Wellington y recibió la atención de la gran cantidad de fanáticos que cuenta el blues en tierra niponas. Ya en el 2004 repitió la experiencia pero como guitarrista soporte de Otis Rush. Estos conciertos le ayudaron a construir una base de popularidad muy fuerte en Japón. Aunque ha estado activo desde la década de 1970, tuvo que esperar hasta el año 2000 para lanzar un disco bajo su propio nombre. Ese año vio el lanzamiento de su debut en un CD titulado Mi Nombre es Carlos Johnson, grabado justamente en Buenos Aires, Argentina, con el sello especial de Blues local. También grabo en el CD Billy Branch & los hijos del Blues en 2002. Entre sus trabajos es necesario mencionar que Johnson también hizo un álbum como dúo con Branch había titulado “Don’t mess with the Bluesmen” en 2004. En 2007, él lanzó un álbum en vivo  Live en B.L.U.E.S. en Halsted grabado en Chicago, volviendo a recorrer Japón como artista, esta vez solista, tanto en el 2007 como en el  2009.





Réquiem
James Cotton y Chuck Berry









Soneto a los bluesman


Tonadas mórbidas, delicadas, indecentes
parten con sentencia del abismo hacia el letargo
famélicas siluetas que usurpan penitentes
los velos sin sus muertos y sangre olor a fango.

Entre rezos y plegarias: falsos confidentes,
imploran por sonetos que expliquen su penuria
actores que prometen ensueños imprudentes
tirria de la verba, canto y rima de la furia.

Van desnudos los poetas sobre hielos penitentes
ayuno en una nube halo claro de lujuria
oscuros son sus duelos y olvido sus simientes

libres de rencores lucen culpas inminentes,
hay encargo del suicida y exigencia de la curia
criptas relucientes y epitafios prominentes.






martes, 14 de marzo de 2017

Los frutales y el Feng Shui - Cuento - y "The Dream" por Blues Cousins









Los frutales y el Feng Shui

Habían transcurrido 15 años. La última vez que estuvieron frente a la casa fue para pasar revista a sus seguridades, y lo hicieron procurando cerrar firmemente los postigos de las puertas y ventanas, no dejando resquicio  libre para el ingreso de las típicas alimañas de llanura, cubriendo prolijamente con amplias telas todo aquel mobiliario impensable de transportar en un pequeño automóvil, cancelando con herrajes virtuosos y severos  todo galpón o anexo que se mostrara  tentador para los indeseables amigos de lo ajeno, tunantes y bribones que por entonces moraban libertinamente protegidos, tanto en la aldea como en poblados vecinos. Ambos necesitaban partir de ese lugar perdido en el tiempo, coincidían en las motivaciones y razones, no así en el destino, incisos que por cierto distaban mucho de instalarse como un sospechoso itinerario de aventura. Prolongaron por un buen tiempo su intento de ostracismo debido al virtuoso cariño que tenían por sus mascotas. Los nueve gatos y los tres perros, todos adultos, no podían ser sometidos a las suertes de la supervivencia instintiva, de manera que aguardaron hasta que ningún lazo afectivo viviente los sujete a aquel lugar. El propio Camilo se encargó de enterrar uno a uno, en el parque de la finca, a medida que los animales se iban despidiendo de sus vidas, sin omitir  plantar en sus modestas tumbas árboles frutales de marcada distinción. Mangos, limones, durazneros, damascos, ciruelos, membrillos, granadas, brevas, fueron distribuidos por el parque a modo de recoleto recuerdo. Incluso esperaron por la salud y el firme crecimiento de los plantines para iniciar su viaje sin fecha de retorno. Camilo era un experto en la materia, la naturaleza se encargaría del resto de la tarea cuando su ausencia.
Rosario y Camilo habían regresado de un viaje cuyo itinerario improvisado no les admitió hallar ese lugar en donde morir resultaba el párrafo menos oneroso a sobrellevar. Carmen de Patagones, Puerto Madryn, Choele Choele, Sierra de la Ventana, fueron los lugares escogidos durante ese tiempo para verse envejecer con la sabiduría que marca el amor en estado de madurez. El matrimonio poseía marcada solvencia económica producto de pertenecer, cada uno por cuenta, a un abolengo cuyo árbol genealógico había procurado dejarles a sus descendientes tranquilidades financieras que no ameritaran estar atados a las coyunturas críticas del sistema. Siguiendo su ejemplo el matrimonio tuvo el mismo comportamiento, de manera que la sustentabilidad de la experiencia no mermó en absoluto sus cuentas bancarias e inversiones. A cada lugar que arribaban alquilaban pequeñas viviendas, siempre muñidas de amplios jardines, confortables en su interior, pero modestas en cuanto a lujos., no necesitan del ostento para ser felices. Incluso, renovar cada dos años el vehículo para no tener que afrontar problemas mecánicos, no les imponía restricciones ni encomiendas adicionales. Sus garantías eran por demás aprobadas. Acaso algún cambio de domicilio ocasional para actualizar las licencias de conducir, poder sufragar, cumplir con cada una de las obligaciones municipales eran motivos suficientes para insertarse dentro de las burocracias locales. Si bien ambos sostenían ideas políticas similares procuraban obviar tales dilemas por considerarlos estériles a los fines de la pareja. A pesar de su condición social creían fervientemente en el ecualitarismo nórdico asumiendo que la Argentina no era un país pobre sino desigual e injusto, siendo muy críticos con su clase social de pertenencia.

Allí estaban ambos, abrazados, nuevamente frente a la casa, 15 años después, promediando las siete décadas, muy bien llevadas por cierto, compilado etario experimentado, saludable, expectante. La exhuberancia de la fronda y el frenesí de la hiedra les impedían observar la silueta de la vivienda, menos aun sus fondos. Solo el alambrado perimetral se asomaba esporádicamente por entre el exaltado matorral, por lo cual decidieron contratar a dos individuos de la aldea que tenían su taller a dos veredas de la casa, vecinos desconocidos para ellos, especializados en desmalezar locaciones parquizadas. Al momento del acuerdo Camilio les hizo hincapié en la necesidad de preservar los árboles frutales que hallasen en su recorrido debido a la íntima relación que guardaban con esos recuerdos. Durante el lapso que durasen los trabajos el matrimonio estaría instalado en el único hotel de la ciudad cabecera del distrito, urbe distante veinte kilómetros de la villa, con el objeto de liquidar las deudas estatales acumuladas durante su ausencia, aguardar por el fin de la tarea, y tal vez sorprender a algunos viejos amigos, idea que prontamente fue desestimada debido a que nada les hacía suponer ser recordados y menos en una ciudad a la cual, por entonces, solo visitaban para hacer alguna compra ocasional y puntuales trámites de rigor. El intercambio de números de celulares con los jardineros iba a permitir un estado de comunicación instantáneo ante cualquier duda que pudiera surgir con relación a ciertos detalles no explicitados, dilemas que se descubren en la misma medida del avance de obra. Dos semanas después recibieron la llamada telefónica por parte de los especialistas con la confirmación que ya podían acercarse para supervisar el trabajo o en su defecto efectuar las correcciones que crean convenientes. Durante ese tiempo habían recorrido la comarca sin ningún tipo de curiosidad. La cosmética era similar, parecía una región detenida geográfica y humanamente, de modo que no sentían ni siquiera la vocación por visitar a sus viejas amistades, más allá de que ninguna de ellas había mostrado indicios verificables de interés cuando decidieron partir. Su único hijo, Rubén, estaba radicado desde sus épocas universitarias en Tandil, se había recibido de Odontólogo en La Plata formado familia con una compañera de estudios. Desde su corte umbilical siempre habían teniendo con él una relación, aunque distante, muy afectiva. En los inicios de la joven pareja solían visitarlos una o dos veces al año para apoyarlos con alguna contingencia, siempre pernoctando en algún hotel cercano. No les gustaba invadir. Justamente por esos días se hicieron una escapada hacia la ciudad serrana, luego de varios años de abstinencia, y aunque no pudieron encontrarlos, comprobaron por referencias vecinas que el matrimonio no necesitaba de molestias  adicionales. Exceptuando la fachada de la construcción, lógicamente erosionada, pletórica en verdín y con su revoque mayoritariamente caído - en algún rincón se dejaba descubrir el ladrillo - el jardín anterior, limpio de malezas abusivas, lucía como en los mejores tiempos, momentos en los cuales los cuidados diarios de Rosario pintaban una acuarela de elegante traza. Desde luego que los ornamentos naturales estaban ausentes, y me refiero puntualmente a los rosales multicolores que el matrimonio había dispuesto de manera simétrica.   Los postigos, herrajes y cancelas no habían sufrido los avatares impetuosos de malandras y afines, incluso se mostraban poco amigables ante los intentos de Camilo por abrirlos, de manera que para ingresar a la vivienda tuvieron que forzar la tarea con herramientas pesadas. Una vez en el interior pudieron constatar que todo empeño a favor de la pulcritud había resultado escaso. Tanto el polvo en suspensión, como el depositado sobre el mobiliario  superaron las expectativas, al igual que el cortinado de telarañas, telón indispensable de apartar para continuar con la revisión. De inmediato notaron que algunos menajes no estaban acomodados como ellos los recordaban, en primer lugar adjudicaron dicha impresión a sus laxas    memorias, pero a poco de continuar con el recorrido dicha impresión se fue acentuando hasta que las dudas se disiparon totalmente cuando observaron que en los tres dormitorios los cabezales de las camas no orientaban hacia el norte, tal como tenían por costumbre siguiendo las premisas del Feng Shui, sino hacia el oeste, en donde el despertar así orientado, según la creencia, resultaba depresivo y desvitalizado. No había dudas que alguien, o un grupo de personas, había ocupado la casa durante ese tiempo, o por lo menos durante un lapso de él, más precisamente en sus primera épocas de ausencia. Rosario recordó el cuento Casa Tomada, pero desechó la idea de inmediato ya que no creía en la existencia de un aluvión zoológico imaginario y fantasmal como describiera Julio Cortazar en su extremo, polémico pero excelente relato. Asumiendo la compleja situación y aún sorprendidos por la revelación decidieron abrir la puerta trasera de la casa para verificar los trabajos realizados por los jardineros en el parque posterior de manera dar por concluida sus tareas y abonarles los honorarios correspondientes. Ambos trabajadores aguardaban pacientemente la revisión en el interior de su modesta camioneta prontos a cumplir con un nuevo contrato a ocho calles del lugar.  Para llegar a esa parte del predio no era necesario ingresar a la vivienda ya que una vereda lateral, paralela al alambrado, comunicaba el frente con el fondo por lo cual nunca los operarios ingresaron a la misma. La mayor sorpresa se produjo cuando la puerta finalmente cedió ante la insistencia de Camilo. En el centro de un bello parque recién acondicionado, predio que todavía guardaba el aroma lozano del césped recién cortado, rodeada de doce hermosos y frondosos árboles frutales se erigía una elegante bóveda, cripta construida con relieves y bajorrelieves tan austeros como contundentes. Incluso en su parte superior ostentaba óvolos de llamativa artística grecorromana. Respiraron profundo ante la imagen y sin perder tiempo Camilo fue hacia donde se encontraban los jardineros para cumplir con el contrato; una vez consumada la empresa y liberados los hombres, y luego de guardar su vehículo en el garaje, volvió a lado de Rosario, que inmutable, observaba la cripta sin atreverse acercarse a sus dominios. Parece que acabáramos de despertar de una siesta vespertina profunda, pensó, esas que solo son posibles de ser asumidas, si por la ventana, en lugar del crepúsculo, percibimos un nuevo amanecer. Ambos iniciaron la caminata, juntos, esos diez metros hasta el lúgubre frontispicio fueron tan extensos como el tiempo que duró su ausencia del lugar. Subieron los dos breves escalones descubriendo que sobre la puerta una siniestra placa de mármol, datada en el mes de abril del año 2011, es decir un lustro antes, indicaba: Rosario Inés Bosco de Feijo y Camilio Andrés Feijo  – QEPD. Ingresaron al recinto de la mano cerrando con firmeza sus herrajes y cancelas interiores luego de corroborar que sendos ataúdes se presentaban en paralelo, a menos de medio metro de distancia el uno con el otro, advirtiendo para su gusto que los cabezales de ambos orientaban hacia el venturoso norte, tal cual como establecía el paradigma del Feng Shui. 

viernes, 10 de marzo de 2017

Maestros del Blues. The Blues Mystery... y tal vez, el día que no esté...






Su sonido sigue siendo tan fuerte como los Alpes suizos. The Blues Mystery continúa cultivando su propia mezcla de Blues, Rock y Funk. Su segundo disco, Diesel Rock, toca historias personales, incluyendo todos los problemas y alegrías que se puede tener siendo músico. La voz de Willy Matt incluso ganó en expresión, el sonido de su guitarra está cultivando la aspereza, la adición de las diapositivas, el arpa blues y las líneas de bajo intresting.
Willy Matt, francés, es el cantante y a la vez la primera guitarra de la banda. Gege Bombin su baterista, Walter K. Thut, canadiense, el bajista, e Irénée Pralong llegó en el 2011 como la segunda guitarra.



Fuente: http://www.thebluesmystery.com/about-us.html





El día que no esté

Tal vez el día que no esté
alguien destape un libro
que yo haya escrito
dándome por vivo.
Es probable
que por un instante
vuelva a percibir, amar,
resistir; intuirme menos muerto...
Por ahora no hay alivio.
Distanciado de mis deseos
persisto, sólo persisto;
deslucido, apagado,
vulgar estado de regreso
con espacios ilusorios,
espectros silentes
que abusan de mi espalda,
moralmente enamorada
de la eternidad
y su néctar de finitud…
Tal vez el día que no esté
alguien descubra un libro
que yo haya escrito
dándome por vivo,
observando que deseo
sin gozar que deseo,
como aquellos que con dicha
disimulan vivir olvidando discernir.
Juego,
le concedo recreo a la tragedia
haciendo que vivo,
dado que la muerte me es ajena,
extranjera de mí
y del sitio en que nací,
luego de mi primera muerte,
primer dolor, llanto fundacional.
De modo
que cumplo con todos los requisitos
para afrontar la finitud;
sigo vivo, respirando simulacros




viernes, 3 de marzo de 2017

Maestros del Blues.. Matty T Wall.. Invita con Chandon y manies Javier “Paco” Miró.. y “Usted, harta de lo suyo”



Desde tierras australianas Javier "Paco" Miró



Matty T Wall,  un violero para prestar atención, oriundo de Perth Western Australia. Galardonado con el Blues álbum de 2016 por Blue Skyes, CD que les recomiendo; parte lo grabó en New York y parte en Perth. Veloz, preciso, virtuoso y joven, ya está en el podio con los grandes. Completan la banda Stephen Walker (bajo) y Jasper Miller (batería). Matt usa una Fedora Gibson SG, de la cual consigue un sonido que presenta al Blues de una manera fresca, espectacular. Andara de gira mundial todo el año 2017, si llega por Argentina no se lo pierdan. 


Usted, harta de lo suyo...

...descubre sin prisa el artificio de lo mío
de mirada impostada, acaso liberada
detrás del llanto, y entre los fuegos: la celada
su Hades engaña, no duermo, a veces me río.

Quizás mal interprete, y se sienta acosada
cortejo y espejismo cedo ante su hastío
indulta primaveras con nubes y con frío
despótica y sin Cristo, asúmase olvidada.

Usted, harta de lo suyo censura lo mío
tras su cumbre inasible aventuro una mirada
farsante asequible de mala verba me inspiro

exhausta por lo suyo disciplina su sino
enfado de la amnesia, corrupción eclipsada
su Hades que engaña, lo sabe, a veces conspiro.