El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

miércoles, 27 de abril de 2016

JT Coldfire - Crazy Sun - y Claudia Cardinale







Esa noche de sábado Marcos llegó a su casa tan cansado como confundido. Supuso que ambas cosas estaban absolutamente justificadas y tenían íntima relación con el estado de tensión interno que supo cimentar luego del almuerzo. Durante la tarde había logrado cruzar un par de palabras con Graciela aprovechando cierta distracción por parte del Corcho. Sin insistir demasiado, de modo evitar molestias de las cuales no se puede retornar, logró que acepte tomar un café el Domingo por la tarde en la San José, confitería ubicada en la ochava que dibuja Rivera Indarte con la Avenida Rivadavia, aprovechando que la joven iba a estar de visita en la casa de su parentela de Flores. Se pegó una ducha, puso la ropa a lavar y cenó en la soledad de su cuarto. Desoyó los cuatro llamados que David, con su acostumbrada insistencia, le hiciera para ir a bailar con la barra a Pinar de Rocha. Con la ayuda de su madre y la excusa de un estado gripal avanzado logró que el muchacho resigne su porfía. Marcos prefirió concentrarse en la lectura del libro que le había regalado Rubén, cosa que pudo lograr a medias debido a que permanentemente se le cruzaba la imagen de Graciela y el encuentro que en pocas horas tendrían, no ya con la intención de recuperarla, sino para tratar temas en donde la vida y la muerte estaban a la vuelta de la esquina. Al llegar a la página cincuenta entendió que Papini no merecía el desplante, de forma tal, se inclinó por prender la radio; Del Plata incluye excelente música los sábados por la noche pensó. Apagó la luz y trató de encarar una diligencia que hasta el momento parecía imposible, dormir. El póster de Claudia Cardinale, fijo en la pared, aparecía y se ocultaba a instancias de la cortina americana en la misma medida que los focos de los automóviles anunciaban su circulación callejera; apenas una escueta lencería inferior de tono oscuro, la camisa totalmente desprendida dejando intuir su extrema opulencia, el cabello mojado, la cara lavada y su cuerpo tirado en la arena era toda una invitación para un joven sortilegio. Tampoco tuvo voluntad para gozar físicamente del maravilloso espectro tunecino que tenía delante. Cerró los ojos; diseñó decenas de argumentos, relatos, preguntas, discursos, hasta que por fin la luz de la mañana le comunicó que dormir no le había resultado una quimera, cuestión con la cual había especulado con exagerado denuedo. (.. del cuento 1974, Una historia de amor, autor GMS)