El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

jueves, 10 de diciembre de 2015

Egoísmo en el empedrado burgués - Relato




Egoísmo en el empedrado burgués 

Le propongo mi señora describirle los alcances del egoísmo dentro de este ámbito. Creo que dicho inciso, hablando siempre dentro de parámetros emocionales, es pensar que solo uno sufre la distancia, es no intuir que el exilio involuntario hace del que se aleja un oscuro objeto en dirección al olvido. La distancia es la misma y se sufre en ambos horizontes, pero estos incluyen dos paisajes distintos. Los siniestros desvelos provocan que las camas se mojen y se mojen las manos y se intuyan engaños y se quiera desqueriendo y se ama desamando. El espejo suele ser un sabio delator de inconsistencias, no lo dude, podemos engañar al mundo pero su cepo es infranqueable muy a pesar de los brillos y maquillajes. Siempre están allí los ojos, sendos delatores de nuestros íntimos quebrantos. Eso es lo que le sucede al egoísmo por aquí. Habla cuando sus palabras importan más que su silencio y cuando este toma cuerpo diseña barrotes, describe sombras y celdas imaginarias. Los inventarios individuales de parabienes, amarillos y tediosos se hacen presente y acusan pérdidas irreversibles, siempre a la espera de ese último regreso. Pero no quiero que se confunda, por aquí también soy visitado por otras mujeres, de todas las edades, que esperan también por aquel espectro que las saque de su rutina. Este sitio y así es mi decisión, no posee exclusividad genérica. Acaso no sean poetas de rimas sobre papel, pero nadie tiene fundamentos para negar que llevan el más ardiente de los deseos poéticos en su interior, el más codiciado néctar del amor, el don para complacer, al oscuro, al olvidado, al erudito, al santo. Mayor acto de generosidad imposible, mi señora. Puede ser un cortesano que de refinados aceites con trajes y linajes de misa luego le regale una canción, puede ser un escritor necesitado de vértigo y pasión al cual la hoja en blanco lo exacerba. Mujeres de ojos callados y bocas enrojecidas, muchas veces maltratadas, malqueridas, susceptibles del embeleso, con la premura del espanto y a la espera de un no regreso. Su tarea es fingirle al desahuciado placer, en su sombra y en su ruina, y siempre atentas aguardando por ese espectro que mansamente las secuestre de su infierno y de su soledad. Siniestramente débiles a la hora de la estaca, mágicamente firmes a la hora del canalla que impiadosamente aprovecha sus venturas para negociar una tarifa que por piedad no debería ni siquiera conversar. Las mujeres de ojos callados y bocas enrojecidas pierden sus tacos caminando por nuestro histórico y absurdo empedrado burgués, más luego, ataviadas, regresan al bar a la espera de esa flor nunca regalada y una redentora propuesta que jamás será anunciada…

Autor: G.M.S