De
un suicidio frustrado
En
Aparicio (F.C.Roca) como en todos esos pequeños centros poblados había un
tambero/lechero que abastecía con el ordeñe de algunas vaquitas medio flacas el
consumo de la población.
Era
el año 1961, en primavera, y aquel tambero, Don Álvarez, como todos esos
tamberos de pueblo hacía su rutina. Ordeñe, envasado de la leche en botellas de
litro (ex vino), y soltar las vacas al “potrero largo” o sea la calle para que
fueran pastoreando y así ahorrar el pasto de su propio potrero. Las vacas, ya
conocían el camino, y hacían también su rutina diaria, mientras Don Álvarez
desayunaba y hacía el reparto.
Don
Álvarez andaba aquejado de una profunda depresión al punto que le hacía rondar
la idea del suicidio, y ese día de octubre de 1961 tomó la trágica decisión. Se
calzó el viejo revólver en la faja, montó a caballo y salió siguiendo a sus
vaquitas por el camino a Guisasola, donde a unos 8 kilómetros cruza el Arroyo
Los Gauchos, hasta donde sus vacas llegaban a tomar agua, para emprender el
tranquilo regreso a su querencia.
Y
así fue, que llegado al lugar, luego de que sus vaquitas y su fiel compañero el
caballo saciaran su sed, lo encaró por el camino de vuelta.
Le
sacó el freno al caballo, y le dio un suave azote por las patas traseras a modo
de despedida. El caballo y las vacas llegarían solos esta vez al rancho.
Se
sentó a orillas del arroyo, sacó el revólver y se dispuso a cumplir con su
trágica decisión.
Plic,
el tiro no salió. Plic volvió a gatillar, con el mismo resultado negativo,
hasta agotar el tambor…. ¡Quién sabe los años que tendría aquella munición!
Se
había quedado con el freno, y mirando hacia el puentecito del ferrocarril, se
le ocurrió otra idea; ya que las balas no pudieron cumplir su cometido, decidió
ahorcarse.
Ató
una rienda con la otra, hizo un nudo corredizo para su cuello, y subió al
terraplén dirigiéndose al puente. Ató la otra punta al riel y se largó nomás.
Riendas de piola, apero de pobre, no aguantaron el chicotazo, y allá cayó Don
Álvarez al barro de la orilla del arroyito.
Frustrados
sus dos primeros intentos, sucio, embarrado, y a la vez emperrado en cumplir
con su trágica determinación sacó el viejo reloj de bolsillo, y miró la hora.
¡Ahí estaba su salvación! En 40 minutos más pasaría el tren de pasajeros que
venía de Bahía Blanca, y se sentó en medio de los rieles a esperar….
Mientras
tanto, un vecino que venía en su camioneta del lado de Aparicio, cruzó como era
costumbre las vaquitas de Don Álvarez que mansamente iban completando su dieta
mientras volvían a su casa. Era parte de la rutina ver las vacas en el “potrero
largo” a esa hora. Lo que llamó la atención al chacarero vecino fue que el
caballo viniera sin su jinete. Y de allí en adelante fue prestando atención a
las orillas del camino para ver que había sido de Don Álvarez. ¿Algún
accidente? ¿Una descompostura? Había cosas que no cerraban… Por otra parte
había visto que el caballo no venía arrastrando las riendas, que venía sin
freno, indicativo de que no lo había volteado al jinete, sin que este lo
hubiera soltado (por otra parte era improbable que aquel matungo viejo tuviera
algún arresto de bríos como para siquiera ensayar un corcovo).
Todas
estas cosas pasaban por la mente del buen vecino mientras manejaba lentamente
prestando mucha atención para ver que habría sucedido, cuando al ir
aproximándose al puentecito sobre el Arroyo, lo vio, allá sobre el terraplén, sentado entre los
rieles.
Detuvo
la camioneta, cruzó el alambrado, subió al terraplén y se aproximó.
¡Buen
día Don Álvarez! ¿Qué le anda pasando? ¿Qué hace acá ¿
Don
Álvarez lo miró y con voz quebrada le contó sus desventuras de frustrado
suicida… ¿Y ahora que va a hacer? preguntó el vecino. “Estoy esperando que pase
el tren y me mate” dijo Don Álvarez con fiera determinación.
El
vecino se agachó un poco, lo tomó del brazo y lo hizo incorporar diciendo:
“Venga Don Álvarez que hay huelga del ferrocarril, lo llevo de vuelta para su
casa, y no se hable más del tema. Esto queda entre nosotros nomás.
(Érase que a raíz de la aplicación del Plan Larkin en
Octubre de 1961 se desató una huelga ferroviaria que duró 42 días)