El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

sábado, 1 de noviembre de 2014

“Ojalá que te enamores, dice la maldición”


de G.M.S


“Ojalá que te enamores” afirma una ancestral maldición cuya autoría dicen – aclaro que no me consta -  pertenecer a los turcos. Muy pocos son los que se atreven a exhibir marcados desacuerdos con la teoría, sin embargo y vaya por despotismo divino el ser humano continúa eternizado en su capricho. Las más bellas estrofas se han escrito en plena instancia de congoja, las melodías más sentidas observan al desamor como el siniestro disparador de los más abyectos deseos, el abandono y el olvido resultan dos castigos dignos de Hades mientras que sostener una mirada puede constituirse como la medicina indispensable para sanar al unísono todos aquellos males mencionados. Ojalá que te enamores dice la ancestral maldición, bella maldición, bendita maldición. ¡ A padecer entonces, que las tormentas y los ventarrones caigan sobre nosotros de manera tempestuosa y que la lluvia nos hinque de modo despiadado sus gélidas astillas!. Que nos duela la ausencia del dolor, que nos duela la ausencia del amor. Dolor, amor, rima forzada, imperfecta y cenagosa, acaso necesaria. Qué hermoso es vivir entre maldición y maldición, sostener un estado de víspera como curso y transcurso, acostumbrarse a la metáfora, a la sana rutina, nacer y morir de a ratos, y que todo suceda, sin proscripciones ni advertencias, asumiendo que pasar por este mundo sin haber sido besado por aquella maldición no merece la pena. Uno descubre que ciertas inseguridades consiguen disfrutarse, a la par que comenzamos a fantasear con un cuerpo ajeno deseamos que ese mismo cuerpo nos alcance a condenar, nunca es conveniente idealizar el mañana masacrando el presente, sino todo lo contrario, de alguna manera conjeturar el devenir es tarea de insolentes. Si pretendemos avales para amar seremos un fraude, domesticar las pasiones es conspirar contra nosotros mismos, acaso el peor de los amparos. En oportunidades observo que mis principios no son más que magros finales, así y todo no es dable destruirse, lo que falta no falta, es víspera, es sólo una cuestión de paciente espera que merece recrearse. Pienso, suspendo lo que pienso para continuar pensando, somos creación si creamos, sino somos simple negación. Besa sin miedo, acaricia sin prisa, ama sin dudar, en definitiva la vida es un mesurado promedio de sinsabores. En ocasiones somos textos deshilachados, amarillentos, a la espera que alguien un poco olvidado de la cosa nos tome del escaparate y comience la lectura; apenas estamos un rato deambulando por la eternidad, creyendo vivir una hazaña, un sueño quizás.